18 agosto 2006

Aikido: La Via

Encontré diversos artículos de Francisco en Internet que me parecieron muy interesantes. Los iré colgando todos con sus referencias originales. No tienen desperdicio. Se basan en gran medida en lo que John Stevens nos cuenta a través de sus libros.

Autor: Francisco Sánchez Molinero
Fuente: http://craneosacral.org/AIKIDO/aikido_via.htm

"La esencia del Aikido no tiene forma"

Frase de Itsuo Tsuda, La vía del desprendimiento

Siempre me extrañó que el Aikido apareciera en los diccionarios de sectas y no entendía como se podía confundir un arte marcial con un grupo sectario. La estancia de O Sensei en la organización religiosa Omoto-Kyo de Onisaburo Deguchi, tal vez, fue decisiva para darle esta calificación.

En relación al papel que jugó la Omoto-Kyo, y en especial su líder Onisaburo Deguchi, en la orientación personal del fundador del Aikido, el maestro Ueshiba, hay que entender que en el contexto de una religiosidad, mas que religión, tan poco estructurada, como es el Shinto, es muy normal la aparición de grupos liderados por visionarios cargados de magnetismo y poder personal que adoptaban un papel intermedio entre chamán y gurú, como es el caso de Onisaburo, y tantos otros, en tiempos del maestro Ueshiba. Estos personajes daban consejo y guía e incluso utilizaban el exagerado gusto por el respeto y la obediencia que imperaba en aquel Japón, recién salido del feudalismo servil, para su beneficio personal. En favor de Onisaburo Deguchi podemos decir que ideó un culto ecléctico en el que relacionaba el shinto tradicional ( con sus técnicas secretas, ceremonias, mitos y divinidades) con una perspectiva más universalista propia de las grandes religiones monoteístas occidentales. Aunque no podemos obviar los muchos aspectos nefastos de la personalidad megalómana y endiosada de este personaje, que jugaron en detrimento de cualquier hálito de Verdad que pudiera florecer en la Omoto-Kyo.

La tradición espiritual japonesa merece un estudio particular que nos permita vislumbrar las evidentes conexiones con el resto de tradiciones planetarias y sus analogías con el lenguaje simbólico universal, y de ese modo poder comprender mejor la idiosincrasia japonesa y manifestaciones devocionales como las de la Omoto-Kyo.

El Aikido no es una secta. A este calificativo peyorativo le precede la ignorancia de eruditos e investigadores al confundir la experiencia espiritual con un logro sectario. Cuando realmente la secta ( sea social, política, religiosa o espiritual) aliena y la experiencia espiritual despierta e ilumina, da libertad no esclaviza. Como muestra de diversidad ahí están las numerosas y variopintas escuelas basadas en el Aikido, cada practicante podría fundar su propio estilo o matiz, pues, como dijo O Sensei, las técnicas se cuentan por miles pero Vía solo hay una. De hecho el Aikido no tiene técnicas, aseveraba O Sensei.

En esta misma línea se confunde el Aikido con un mero arte marcial y se cree que ser un buen técnico equivale a ser un buen aikidoka. Sin embargo teniendo en cuenta que quien se queda con la técnica pierde la vía, a veces la práctica del Aikido nos mantiene entretenidos en la puerta, en lugar de ayudarnos a cruzarla y saborear directamente lo que el fundador quería transmitirnos. Esta es la diferencia fundamental entre la técnica y la Vía, entre pulir un objeto exterior o, a través de ese objeto utilizándolo a modo de herramienta, pulirse el propio sujeto, logrando la transparencia que exige la Vía. Hay un escrito del maestro Tamura, discípulo de O Sensei, en el que describe la calidad humana y espiritual que deben contener los diferentes grados (a partir de shodan) dentro del Aikido, que nos ilustra sobre ese proceso de apertura y purificación en el que debe situarse el auténtico practicante.

El maestro Ueshiba fue un hombre de su tiempo y de su cultura natal. Si hubiera sido hindú sus herramientas pudieran haber sido otras pero, sin duda, sus logros y posterior transmisión hubieran sido parecidos; empleando un lenguaje, unos símbolos y unas herramientas propias de la tradición que le tocara vivir. En ese marco de tiempo y lugar, O Sensei, se encontró con una serie de elementos que determinaron la forma de expresar su profunda inquietud espiritual y lo que, el consideraba, su misión en este plano humano y material:
  • Los textos sagrados del Shinto (kojiki, nihon shoki,...) con sus mitos, sus divinidades (kami), el concepto de purificación (misogi), el kotodama (palabras espíritu), etc.. Cuando explicaba sus ideas y la transcendencia de su trabajo solía utilizar mitos, kamis y símbolos sacados de estos textos, siendo difícil descifrar los mensajes sino se conoce su significado y se hacen las consiguientes analogías con el lenguaje simbólico universal .
  • La Omoto-Kyo, que a pesar de sus muchas connotaciones negativas, colaboró a incorporar al lenguaje religioso japonés del maestro Ueshiba una dimensión más universal, en la que el color, el idioma., las creencias y las fronteras dejaban de tener entidad y lo que importaba es la Humanidad, la gran familia humana y su función dentro del Plan Divino.
  • El budo como práctica facilitadora del autoconocimiento y de la apertura de conciencia. El arte marcial, tan arraigado en Japón por razones históricas y culturales, le facilito un trabajo corporal basado en la atención y la intención. La práctica se acompañaba de aspectos propios del Shinto como el misogi o purificación y el kotodama (uso de sonidos de modo similar a los mantras hindúes o al kiai). El trabajo con armas y mano desnuda, en solitario o con compañeros, ofrecía un valor añadido, pues era un ejercicio constante de testar la actitud interna y, dependiendo de ella, la proyección externa.
  • La cultura agraria en la que esta inmerso le permitió estar en sintonía con la Tierra, sacralizándola, tal y como hace el Shinto, y dando mucha importancia al trabajo físico y al contacto con la naturaleza.
  • La cotidianidad de la religiosidad japonesa imbuida de muchas culturas y puntos de vista: budismo zen, confucionismo, taoísmo, shintoísmo, etc..., hizo, en él, que la separación entre materia y espíritu fuera muy delgada, transformándolo en un hombre profundamente religioso y espiritual
  • Los profundos conocimientos energéticos de las civilizaciones orientales le permitieron entender el flujo de la energía y su repercusiones en los diferentes niveles constitutivos del ser humano: físico, energético y espiritual.

Todos estos elementos, y algunos otros que se podrían considerar, condicionaron la forma de su experiencia y transmisión.

A lo largo de su trayectoria fue puliendo o clarificando su personalidad, dejando en el camino determinados tintes propios del ideario japonés de la época: expansionismo, imperialismo, nacionalismo, militarismo, belicismo, superioridad racial y/o cultural, etc.., abrazando unas ideas de paz, amor y universalidad que también podemos encontrar en los mensajes que dejaron, en cualquier tiempo y lugar, los sabios iluminados de todas las tradiciones y culturas del planeta.

O Sensei trató de transmitir la transcendencia de su enseñanza a sus discípulos, pero pocos supieron captarlas. Mucha gente se acercaba a él y al Aikido por sus hazañas, convertidas en mitos y leyendas, que jamás ninguno de sus seguidores han podido emular.

El maestro Ueshiba denomino a su arte Aikibudo pero mas tarde, tras las atrocidades de la guerra, lo bautizó definitivamente como Aikido, quitando al nombre ese matiz marcial que le daba el kanji bu.

Hoy en día se habla mucho de quien hace o quien no hace verdadero Aikido, y sin embargo el verdadero Aikido, si escuchamos a O Sensei, esta lejos de tatamis y gimnasios, el verdadero dojo es el Universo entero. Y en ese espacio es donde deberíamos aprender a trasladar el Aikido, llevándolo a la Vida misma, llenando nuestro propio camino de transcendencia, alegría, armonía y paz.

La meta es ser, tal y como lo expresaba O Sensei,

· Sabios (con saber y sabor), flexibles, fluidos y firmes, relacionándose estas características

· con el fuego, el aire, el agua y la tierra;

· con el ser humano, el animal, el vegetal y el mineral;

· con las cuatro virtudes platónicas y cardinales: prudencia, templanza, justicia y fortaleza;

· y después, unificando o armonizando cuerpo, alma y espíritu;

· pensamiento, sentimiento y acción;

poner nuestro hacer, así definido, al servicio de la VÍA, del PLAN DIVINO y de su protección.

Sin ánimo de fantasear ni de desviarnos, todo esto nos recuerda a la función, en otras épocas, de las castas guerreras de las que nos habla Platón y los Vedas hindúes, o de las ordenes de caballería cristianas e islámicas medievales, en las que el conocimiento, el culto y las armas se fusionaban para servir al Único: Alláh, Yahvé, Brahma, en definitiva al Tao, al Do.

BIBLIOGRAFÍA:

-Paz Abundante de Stevens

-Takemusu Aiki (en inglés, charlas de O Sensei recogidas por un discípulo)

-La escritura ideogramática oriental: Estudio de los ideogramas de Aikido de Francisco Sánchez Molinero, www.energiayvida.esp.st

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