11 octubre 2006

La Luciérnaga del dojo

Sigo a la revista Aikizasshi, editada por la AEAT y de carácter gratuito, desde sus primeros números. Siempre he creido que contiene artículos muy interesantes, muchos de ellos de aikidokas que ofrecen sus vivencias fuera y dentro del dojo, que con un sinfín de pasajes personales hacen vibrar a otras personas. Es por ello que he decidido reproducir algunos de ellos, los cuales se encuentran también disponibles de forma gratuita en http://www.aikidotradicional.org/aikizasshi.asp

Autor: Javier Santano
Fuente: Revista Aikizasshi nº7

Frecuentemente, a menudo, he ido a la velocidad del vértigo por la vida. Corriendo a todos lados, comprometido con causas que creía que merecíanla pena. El precio que se paga por eso, es no tener tiempo ni espacio para estar centrado. Nos hemos vuelto locos de despropósitos y he formado parte deliberadamente de esa parte de la humanidad que lo justifica todo y aplaza para mañana lo importante.

A menudo practico algún "arte", o alguna técnica para detener mi mente acelerada que va directa a romperse en los acantilados del sueño, las taquicardias y las múltiples manifestaciones de lo que el hombre ha llamado estrés. Hace tiempo que no practico Aikido, y creo que me he endurecido, he alejado de mi centro algo que me realizaba; la práctica de lo esencial con el universo, y la gente que sois vosotros. Pero en lo cotidiano, procuro ser Aikidoka, en mi relación con el mundo, en la fluidez a pesar de todo. Trato de ser coherente, y en un rincón de mi casa, enciendo una vela, enciendo un incienso dándole tan sólo el esencial respeto a todo ello, y casi a oscuras, mi mente viaja al Dojo donde todo está quieto y en silencio con las personas habituales.

Allí está encendida una lámpara humilde que nos alumbra a los que allí permanecemos tímidamente con la conciencia de una certeza. Procuro ir dejando pasar los pensamientos, los deberes, las obligaciones, las causas y los compromisos, y poco a poco me encuentro en espíritu en el Dojo con una luciérnaga como centro del universo, sin conflictos.

Todo está en orden, pero nadie lo sabemos y en esa quietud sagrada desde una dimensión indescifrable, mi mente ha cambiado por decisión propia y yo he sido el causante, es decir, que todo dependía de mí. Desde dicha mente en quietud, fluyen sensaciones y respuestas que vienen de otro lugar, y trato de percibir que:

- El amor no ama
- El poder no ejerce
- La Conciencia no es consciente
- El miedo es inocente e inofensivo
- El secreto es lo más conocido y evidente
- La muerte no termina nada
- Lo innumerable es uno
- La risa no se ríe de nada
- La ausencia está presente
- El caos es el orden perfecto
- La victoria no gana
- La sabiduría no tiene nada que saber
- La verdad no es sincera
- La belleza no tiene admirador
- El deseo no desea
- El creador no existe en este momento
- Lo que es no se manifiesta
- La libertad es la esclava del conocimiento
- La vida no nace
- El conocimiento es el hijo de la ignorancia
- Lo real no es tangible
- La ignorancia ilumina todo conocimiento
- El silencio es la esencia del sonido
- La quietud es la raíz del movimiento.

Quizás sean respuestas que me dicta el interior, o quizás vengan de las estrellas. Aún hoy, alejado de la práctica, de la fluidez, de la unidad, del silencio, del orden perfecto, de la compasión, sé que sigo vivo cuando me retiro por unos instantes y mi espíritu retorna al Dojo, donde desde el más profundo de los silencios y el respeto de los que allí están, la lámpara está encendida como una luciérnaga en el universo. Parece poco si lo comparamos con las dimensiones del infinito, pero es inmenso, porque esa quietud refleja la grandeza de los que buscan, y eso es tanto como el infinito. Siempre que voy entre el ruido y la prisa, recuerdo que la paz está en el silencio, que todo está en orden y que la luciérnaga del Dojo está encendida y equilibra el mundo.